TRANSPORTE EN ARGENTINA

Una página informativa de todo el transporte argentino, con notas de opinión y minuciosos análisis de una realidad poco conocida

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Location: Rosario, Santa Fe, Argentina

Ingeniero, asesor de empresas en emprendimientos de transporte y en soluciones logísticas, y usuario habitual de servicios públicos de transporte.

Tuesday, February 06, 2007

MISERIAS DEL ESTATISMO

Cuando el Estado no es amigo de la gente.

En realidad, es un falso concepto, rayano con el utopismo idealista, considerar que el Estado pueda ser "amigo" de la gente, pueda ser su mejor médico, su custodio, su protector, su transportador y su service doméstico. Antes bien, tal como Hobbes lo describiera en su famoso Leviathán, podría sostenerse que el Estado se asemeja al terrible montruo bíblico, la serpiente marina que todo lo podía, soberana sobre la tierra y absoluta puertas adentro de sus dominios. Sin embargo, durante más de la mitad del siglo pasado el Estado de Bienestar primó como concepto único de desarrollo social, si bien claro, para algunos críticos, como una forma de justificar una aplastante presión impositiva y una mayor concentración de poder. Pero bueno, más allá de los prismas con que se analice la cuestión, el saldo final del Estado de Bienestar, con su colapso en todas partes del mundo, arroja un resultado bastante penoso en términos de servicios y en términos de economía social. Las puntuales excepciones que pueden formularse tienen que ver con sociedades que son modelos de organización y disciplina, y cuyos cimientos se hunden profundamente en la Historia para aferrarse sólidamente, tal cual la tesis de Ortega y Gasset, en una consolidada estructura feudal. No es ciertamente el caso de nuestra joven Nación, sometida paradójicamente a un proceso de retardo en su crecimiento, que puede condenarla a una eterna adolecencia, a un estado permanente de irresponsabilidad, impulsividad, arrebatos y poluciones...
En nuestra joven Nación el Estado de Bienestar rápidamente degeneró en Estado de Clientelismo, los leucocitos se volvieron en contra del cuerpo que debían defender y se hicieron leucemia. Lamentablemente, parte del síntoma adolescente que aqueja a la Patria tiene que ver con su cortedad de memoria para todo aquello que debería el joven tener especialmente en cuenta para madurar, y por el contrario, en su perjuicio, un exceso maníaco de lamentaciones para cualquier mal de amores que debería a estas alturas quedar en el terreno de lo anecdótico.
Es por eso que nuestro adolescente, brotado por la seborrea que mana de su sesera, abrumado por deseos de venganza por algún amor perdido, por un romance que no pudo ser, apresurado por descargar en algún compañerito del colegio sus frustraciones, en alguna sábana sus anhelos, no tiene en este momento la serenidad de espíritu necesaria para encontrar en su confundida razón las enseñanzas que dejan los traumas más profundos, y entonces llega al borde del abismo con la ceguera irresponsable del egoísmo y la rebeldía.
Así rápidamente los argentinos nos hemos olvidado de los oscurísimos bemoles del estatismo que nos llevó al colapso y la crisis más profunda, que nos puso a metros nomás de la guerra civil, entre saqueos, abusos, arbolitos, colas de racionamiento como en el 1984 de Orwell, etc., etc. Nos olvidamos de los teléfonos alcancía naranja, que se tragaban los cospeles con avidez, hasta que dábamos con alguno que anduviera (que invariablemente permitía el abuso contrario, es decir, hablar gratis sin control) y debíamos plantarnos en una cola interminable propia de alguna escena de la postguerra europea... En su gigantesca estructura burocrática alimentada de prebendas sindicales, con una hora para el mate cosido, dos para almorzar, media al entrar y media al salir para cambiarse porque andar por la calle con la ropa del trabajo era "denigrante", se llegaron a registrar 400 y hasta 600 días de licencia en un solo año para determinado empleados. Estructuras mafiosas, cuyo negocio estaba en romper o dejar que las cosas siguieran rotas, para provocar aumentos de presupuesto y mayores remesas de repuestos que luego pasaban al mercado negro, para motivar una siempre creciente planta de zánganos pagados por los impuestos del pueblo. Si quien escribe sabe de buena fuente de la amenaza que sufrió un joven técnico electromecánico que acababa de entrar en ENTel, que con la ingenuidad y la vehemencia de su corta edad, se atrevió a proponer formalmente un método para reparar líneas descompuestas con celeridad...
Y en el olvido debemos escuchar muchos latiguillos siniestros proferidos como panaceas perdidas: que había pleno empleo, que Ferrocarriles Argentinos tenía 120.000 "trabajadores", que si bien perdía 1 millón de dólares por día, eso era por el bien de todos... En realidad, Ferrocarriles perdía algo más del doble de esa cifra, pero el número es difícil de establecer, ya que como todos los servicios estaban en manos del Estado, los abusos quedaban sumergidos en agua de borrajas. Así, el oleoducto de YPF que llegaba directamente a las bocas de aprovisionamiento de Ferrocarriles o de ELMA manaba y manaba dispendiosas y exorbitantes cantidades de hidrocarburos, que se perdían bajo las vías (hoy día en zona Norte del GBA todas las napas están seriamente contaminadas por el combustible que se derramaba de las locomotoras) o en los bidones de algunos empleados que se hacían unos "extras". Dentro de Retiro había una oficina que usaba los teléfonos oficiales para pasar quiniela, la misma imprenta de Ferrocarriles que imprimía los boletos hacía también una remesa extra para vender como "truchos" a mitad de precio... Todos esos otros "costos" no fueron computados en el famoso "U$ 1 millón por día".
Claro que yo por ejemplo, en mis años mozos, cuando fui a Buenos Aires a estudiar, no perdía la oportunidad de viajar en el Mitre desde Saavedra hasta Retiro gratis, si bien no siempre por mala fe, sino que casi nunca había nadie en la boletería de la estación dispuesto a trabajar y a venderme el tíquet correspondiente.

La lógica indicaría que el Estado sí debía conservar otras facultades más necesarias, que hacen a su íntima razón de ser y que emanan del atributo de la autoridad. En particular, debía seguir ejerciendo su función política. Si los servicios eran concesionados a privados para aumentar su eficiencia y provocar inversiones genuinas, el Estado debía reservarse la esfera de planificación y dirección global en el crecimiento de los servicios, primero para controlar la avidez de lucro del privado, segundo para lograr el cumplimiento de los objetivos estratégicos de la Nación. Escapa a todo ejercicio moderado de inteligencia concebir que desde las privatizaciones el Estado no haya generado ningún nuevo servicio, ningún proyecto estratégico, y se haya limitado a aprobar iniciativas privadas, muchas veces ridículas o faraónicas.
Ese talante se ha agudizado en los últimos años, en que se ha hecho necesario regular la enorme marejada de iniciativas privadas para desarrollarse con fondos públicos que creativos empresarios depositan en la mesa de entradas del Ministerio pomposamente llamado "de Planificación", hasta el punto de instituir una novedosa figura (decreto del año 2005) llamada "empredimiento público-privado", en el cual el privado aporta la idea, el management y la administración, y el Estado aporta los recursos. O se ha incrementado exponencialmente el uso de la cuestionable figura del "gerenciamiento", mediante la cual el privado se sienta en el escritorio de la dirección del servicio, y el Estado subvenciona absolutamente todos los costos, inclusive, prescindiendo de la consideración de los beneficios, los cuales serían entonces embolsados íntegramente por el "gerenciante", al que a su vez se le paga una "comisión" por gerenciar, la cual es directamente proporcional al monto de los costos en que el privado incurre y el Estado solventa, tal como ocurre con el actual gerenciamiento del Ferrocarril Belgrano Cargas, o con las obras ferroviarias aprobadas desde diciembre de 2003.
Es decir, que en el nuevo "estatismo", los que se han estatizado son los costos, los riesgos y las pérdidas, mientras que los beneficios, el control, la administración y las decisiones, quedan en manos de los privados. Se trata sin dudas de un escenario absolutamente novedoso para la doctrina mundial, para Claus Offe y para Peter Druker.
Pero por si esto no fuera suficiente, también el Estado ha estatizado en forma directa, ha recuperado servicios privatizados y los ha vuelto a gestionar por sí mismo, con el invaluable (aunque dudosamente eficiente) auxilio sindical. A veces lo ha hecho con excusas basadas en la temporalidad, como ocurrió con el Correo, que se intervenía por 6 meses y ya hace más de 3 años que está en manos estatales. Otras, simplemente, porque no había ningún interesado en invertir ante un riesgo "político" demasiado alto, tal como ocurrió con AySA.
El balance vuelve a ser negativo: el Correo fue "rescatado" porque el concesionario no pagaba el canon de 54 millones de pesos anuales. Hoy en día, gestionado por un funcionario estatal, el Correo no sólo se consume en costos propios esos 54 millones que debía generar de excedente, sino que requiere de cuantiosos aportes del Presupuesto nacional para funcionar.
AySA fue reestatizada, pero su administración está en manos del sindicato, una política poco conveniente si de lo que se trata es de ahorrarle dolores de cabeza al usuario (evidentemente, de ESO nunca se trata).
Una pequeña y reciente anécdota del caso AySA: Llega al departamento de un amigo una carta del administrador del edificio que le transmite que AySA a partir de enero de 2007 comenzará a facturar directamente a cada unidad funcional y ya no al consorcio como era usual, en función del consumo y no ya por cargo fijo, lo que de por sí implica un considerable incremento en la tarifa. Pero además, AySA pide que se le informe de la titularidad de cada inmueble, para lo que deja un número telefónico para que llame cada propietario. En caso contrario, multará con $ 1 adicional por mes a los renuentes. Resulta que mi amigo hace la llamada telefónica, y del otro lado una áspera voz femenina con evidente antipatía y molestia le informa que el trámite debe hacerse en forma personal, en las oficinas de Riobamba y Córdoba, munido el ciudadano -ya nuevamente sometido a las golosas fauces de la burocracia estatal- de la escritura original, su documento, y las fotocopias de ambos instrumentos legalizadas ante escribano. Entonces mi amigo hace el siguiente cálculo: colectivo ida y vuelta $ 1,60; fotocopias $ 2,10; legalizaciones $ 36. Total: $ 39,70 = casi 40 meses de paz y tranquilidad con facturas que sólo dicen "titularidad no informada". Un único inconveniente: no va a poder usar la factura de ese servicio a la hora de afiliarse a algún video club.
Claro, tan corderos estamos últimamente, que a nadie se le ocurrió formular la tenue oposición que nace del más elemental sentido común: siendo ahora una empresa que pertenece al Estado, AySA goza -o debería gozar- de todo el arsenal informativo propio del Leviathán, tal como el Registro de Propiedad Inmueble, la AFIP, la Municipalidad de Bs. As., el mismo consorcio de propietarios de cada edificio, etc., etc.
Sin embargo, la única consideración hacia el nuevo "estatus" (que viola la igualdad ante la ley, pero esa garantía constitucional de hecho ya no tiene existencia real) la da la norma de reestatización, que razona que, dado que se trata la prestadora del servicio de una empresa estatal, ya no es necesario que haya un Órgano de Control que garantice los derechos del usuario, y por ello suprime el ETOSS a partir de febrero de 2007.
Finalmente, y para no abrumar con un tema tan ríspido, una palabras dedicadas al Ferrocarril General San Martín (rebautizado comercialmente como "Línea San Martín"). Como es sabido, a mediados de 2004 fue rescindido el contrato de concesión por gruesas deficiencias atribuibles al concesionario -que sin embargo continúa con la explotación del Ferrocarril Roca y del Belgrano Sur- y le fue entregado para su "gerenciamiento" (ver lo que dije más arriba de esa figura) al consorcio de los otros tres concesionarios ferroviarios del GBA, conjuntados en la figura de una sociedad llamada "Unidad de Gerenciamiento Operativo Ferroviario de Emergencia" (UGOFE S.A.). Al momento de la rescisión, Metropolitano recibía en concepto de subsidio operativo desde el Estado alrededor de $ 1 millón mensuales (en 2003 fueron $ 700.000 mensuales). En 2006 la UGOFE recibió del Estado por el mismo concepto alrededor de $ 4,5 millones mensuales, además de que el Estado, a su exclusivo costo, reequipó todo el material rodante del servicio con coches usados comprados a Portugal.
Nada más que decir al respecto...

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